“Bien puedes hacer esto
con quien pueda sufrirlo”.
G. de la V.
Ellos se preocuparon porque la vieron cortar a una muñeca con un
cuchillo.
Un día cualquiera, a los seis años, luego de llegar del colegio.
No le dijeron nada de inmediato, pero esa noche le preguntaron por la
muñeca.
Se llamaba Martina, la muñeca.
-¿Y Martina? –le preguntaron.
-Está muerta –dijo la niña-. Era una muñeca muerta.
No le quisieron preguntar más y lo dejaron así, por esa noche.
Al otro día, vieron que la niña devolvió el cuchillo antes de sentarse
a desayunar.
-¿Por qué tenías el cuchillo? –le preguntaron, con un tono tranquilo.
-Porque quería saber si estaba muerta… -les contestó.
-¿Martina?
-Sí –dijo la niña-. Martina.
-¿Y estaba muerta?
-Sí… -agregó la niña-. Era mi única muñeca muerta. Yo creo que se murió
de vieja.
Luego de dejarla en el colegio ellos buscaron los restos de la muñeca y
los encontraron en un pequeño basurero, en el cuarto de la niña.
Tenía cortes a lo largo de los brazos, el tronco y las piernas.
El rostro de la muñeca, sin embargo, estaba intacto.
-¿La llevamos al sicólogo? –preguntó.
-No sé –dijo ella-. Tal vez es cierto que solo quería comprobar si
estaba muerta.
-¿Y cómo habrá querido comprobarlo? –volvió él a preguntar.
-No sé… Tal vez esperaba que la muñeca gritara y no lo hizo…
Ambos guardaron silencio un instante.
-¿Y? –insistió él-. ¿La llevamos?
-Yo creo que no… -dijo ella, algo insegura-. Solo quería saber si
estaba muerta…
-Sí… -aceptó él-. No es tan grave. Está al límite de lo que se puede
hacer, creo yo…
-Sí, yo también lo creo… -confirmó ella.
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