I.
-Soy espía –me dijo, apenas abrí la puerta.
-¿Espía? –pregunté.
-Sí. Soy espía –confirmó.
-¿Y qué desea? –pregunté, invitándolo a pasar.
-Hacer mi trabajo, solamente –contestó.
-Ok. –Le dije.
Y entró.
II.
Le ofrecí una cerveza, pero no aceptó.
-Estoy trabajando -me dijo.
-¿En este momento? –insistí.
-Sí -contestó.
-¿Y a quién espía?
-A usted –señaló.
Yo me sorprendí un poco, pero finalmente no dije
nada al respecto.
Entonces me serví la cerveza mía y la de él, para
pensar más claro.
III.
-Si quiere ahorrar trabajo puedo ayudarlo –le ofrecí.
-¿Cómo? –preguntó.
-Me refiero a s quiere saber algo –intenté
explicar-, puedo evitarle espiar y decirle directamente lo que quiera…
-Soy espía –volvió a decir, algo cortante.
-Lo sé… -contesté-. Por eso mismo yo puedo contarle…
-No –contestó-. Si usted me cuenta ya no soy espía… Y eso es lo que
soy.
IV.
Minutos después, mientras tomaba un café, abrió su
bolso y me mostró varias libretas, que fue poniendo una junto a otra.
-¿Las vende? –le pregunté, por molestar.
-No -me dijo-. Son productos para espías. En ellas
he anotado todo lo referente a esta investigación.
-¿Cuál investigación?
-Ya le dije. Lo espío a usted.
-¿Y en esas libretas…?
-Hay información –interrumpió-. Datos para
confirmar quién es usted.
-¿Quién soy yo?
-Sí –repitió-. Datos para confirmar quién es usted
realmente.
-¿Y quién soy? –pregunté.
-Usted es Vian –me dijo entonces-. A veces lo
olvida, pero usted es Vian.
-¿Está seguro? –le pregunté.
-Seguro –contestó-. Puede engañarse usted, tal vez,
pero yo soy un buen espía.
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