Todo empezó por la portada del periódico.
En ella aparecía la foto de un tipo que había dado
muerte a su esposa y a sus hijos. Dos hijos. Decían las edades, pero no las
recuerdo. Eran pequeños, de todas formas. No había más imágenes que las del
rostro del asesino y una pequeña información complementaria. El hombre, según
la información, había intentado suicidarse luego de los asesinatos, pero había
fallado en eso último.
Ahora habían terminado el desayuno y F. veía las
fotos. En ambas el hombre aparecía de frente, solo que una parecía ser más
reciente que la otra. Entonces fue que comentó sin pensarlo aquello que le resultaba
obvio.
-Es igualito a tu papá, ¿no crees?
M. recibió el diario y se rio. La foto en que salía
más joven, sobre todo. De verdad se parecían.
-Y mató a su familia –dijo M, riendo-. Hay que tener
cuidado…
Mientras hablaban de esto M. recogía algunas cosas
de la mesa y C. cambiaba los canales de tv., sin detenerse en ninguno.
-¿Quién se parece a mí? –preguntó C.
Entonces ellas le mostraron el periódico, y
bromearon diciéndole que no lo podía negar… que tenía una segunda familia y que
le había dado muerte…
-Ese no se parece a mí –dijo C.
-Claro que se parece -dijo F.-, te conozco desde hace
más de veinte años, ¿recuerdas?
-Eres igualito, papá –dijo M.-, no lo niegues.
C. miró nuevamente el periódico.
F. y M. continuaron en sus cosas. F. lavando la
loza y M. se fue a su pieza, mirando el celular.
-¿De verdad me parezco? –le preguntó C. a su
esposa.
-Tienes un aire, al menos –dijo ella, sin mirarlo-.
En los ojos… y en la boca… no sé si en la nariz…
C. se fijó nuevamente.
Intentó relacionar las imágenes con su rostro, pero
el rostro propio es algo que nos resulta extrañamente poco familiar.
C. se tocó incluso su nariz, para recordar su
forma, mientras miraba las imágenes.
-¿Preparo arroz también…? –le preguntó F.
-¿Arroz? –preguntó C.
-Arroz, para acompañar el pollo –contestó F.-,
podrías trocearlo.
C. dejó el diario sobre el sillón y se acercó hasta
donde estaba F.
Ella le pasó el cuchillo grande. El de mango de
madera.
Como ella tenía las manos húmedas el mango se
humedeció y se oscureció un poco.
Él lo empuñó con fuerza.
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