Llegamos sin mayor dificultad a la última roca,
pero luego subió la marea.
Como no podíamos regresar decidimos quedarnos ahí,
a esperar que la marea bajara.
Sabíamos que serían varias horas, pero estábamos
bien abrigados y en la mochila teníamos agua y galletas.
Estábamos así, conversando, cuando desde una lancha
nos alumbraron con un foco.
No estaba a una distancia prudente como para
hablarle, pero intentamos demostrar que estábamos bien.
Lamentablemente, no tomaron en cuenta nuestra
actitud y un rato después vimos que llegó una pequeña embarcación de la armada.
Nos hablaron por altavoces y nos dijeron que
levantáramos verticalmente las manos para decir sí y que las moviéramos
horizontalmente para decir no.
Entonces nos preguntaron si teníamos alguna herida
y detallaron varias situaciones de gravedad.
Contestamos todo, pero no tuvimos oportunidad de
decirles que se fueran, que en unas horas bajaría la marea y regresaríamos sin
problemas.
Entonces escuchamos el helicóptero.
Intentaban situarlo sobre nosotros y también nos
hablaban por altavoces aunque a ellos no les entendíamos.
Minutos después lanzaron unas cuerdas y un par de
tipos comenzaron a bajar hacia donde estábamos.
Cuando llegó le intentamos explicar que no había
peligro. Que la marea ya había llegado a su punto más alto y ni siquiera nos
salpicaba agua.
Le mostramos nuestra agua y las galletas y hasta le
ofrecimos alguna.
Entonces el tipo nos recomendó que inventáramos una
historia o si no tendríamos que pagar de nuestros bolsillos el procedimiento.
Bajaron después unas camillas y nos amarraron a
ellas.
Luego nos llevaron así, en andas, hasta la playa.
Ahí nos revisaron un paramédico y nos tomaron
declaración.
Como no quisimos mentir nos citaron al día
siguiente y tal como nos habían advertido, nos pusieron una multa por el costo agravado del procedimiento.
Calculé que el monto correspondía a poco más de
treinta y ocho meses de mi sueldo.
No lo pagamos, por supuesto, por lo que de vez en
cuando me llegan citaciones que he decidido ignorar.
Por otro lado, el nosotros que existía en ese
entonces ya no existe, y no he vuelto a ver a la persona con que estábamos
sobre esa roca.
Y es extraño, porque la multa viene exclusivamente
mi nombre y cuando cuento la historia poco a poco la he ido transformando,
hasta hacerla desaparecer.
A veces, incluso, culpo a esas notificaciones, de
que me cueste olvidarla.
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