I.
De pequeño no comí cereales.
No de esos en caja, al menos, que vendían en los
supermercados.
Era cuestión de dinero, por supuesto, aunque
tampoco me gustaban mayormente.
Los probé en casa de familiares y no les encontré
mayor gracia.
Sin embargo, me gustaban las pequeñas figuras que
venían en las cajas.
Un primo, recuerdo, tenía una colección, con la que
apenas jugaba.
Pensé en robársela, lo confieso, aunque luego
desistí de esa idea.
Opté, en cambio, por robar las figuras directamente
en el supermercado.
II.
Fui a escondidas varias veces, con relativo éxito.
Subía las cajas a un carro fingiendo que miraba una
lista, luego las abría y sacaba la figura, y finalmente abandonaba el carro.
Sin embargo, me detuvieron finalmente, a poco de
terminar la colección.
Un guardia me tomó de las muñecas, me llevó hasta
un cuarto y llamó a los carabineros.
Cuando llegaron vieron la pequeña figura de
plástico y observaron el daño en una de mis muñecas.
Por lo mismo, finalmente me dejaron libre, sin dar cuenta
a mis padres de la situación.
III.
Cuando voy al supermercado siempre recuerdo lo
sucedido al pasar junto a los cereales.
Aunque ahora prohíben los juguetes en las cajas de
cereal.
Creo que tiene que ver con el azúcar que contienen
dichos alimentos.
Por otro lado, creo que a los niños ya no le hacen
gracias aquellas figuras.
Ojalá se deba a que hoy día les enseñen -si es que
alguien sabe-, dónde se encuentra la verdadera felicidad.
Me gusta pensar eso, por lo menos, aunque algo me
dice que no es cierto.
Mejor no darle vueltas a ese asunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario