I.
Florencia se contó los dedos de los pies y en uno descubrió que tiene
seis.
Contó varias veces para asegurarse y confirmó así su primera
observación.
Seis dedos en el pie izquierdo, es lo que confirmó.
Entonces llamó a su mamá.
Con lágrimas en los ojos, llamó a su mamá.
II.
La madre de Florencia contó los dedos de su hija.
Varias veces, por cierto, ya que no podía convencerse de aquel
descuido.
Y claro, confirmó que tenía seis dedos en el pie izquierdo.
¿Nunca te diste cuenta antes?,
le preguntó a su hija.
Antes ni siquiera sabía contar,
dijo Florencia.
III.
El doctor que la vio recomendó que lo dejaran tal cual.
De hecho, hasta dio a entender que el sexto dedo podría ayudar a
cuestiones de equilibrio.
De todas formas hizo un presupuesto que sorprendió a la madre de
Florencia.
¿Todo eso por quitarle el dedo?, le preguntó al doctor.
Así es, dijo el médico. Todo eso.
IV.
Florencia no pudo dormir la noche previa a la operación.
Y es que en parte, se quedó pensando qué hacer con el dedo, cuando se lo
quitaran.
Finalmente, luego de la operación, se lo llevó en una bolsa a casa, pero debió arrojarlo a la basura esa
misma noche pues comenzó a tener mal olor.
El mismo olor, pensó Florencia, que había arrojado aquel gatito muerto
que escondió bajo la almohada cuando parió su gata.
V.
Esa noche la madre de Florencia le contó de la operación a su esposo,
que trabajaba en el norte, desde hacía varios meses.
Todo salió bien, le dijo. Solo tiene que ir a curaciones durante dos
semanas.
Pero Florencia, preguntó el
padre, ¿quedó bien…?
Por supuesto, afirmó la
madre, eso te decía... ahora solo tiene que crecer, nada
más.
Nada más… repitió el padre, tratando de recordar cómo era su hija.
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