I.
Ella se fue de su lado diciendo que él no tenía
ambiciones.
Él, por su parte, reconoció que era cierto.
Ni siquiera
esa ambición tengo, me dijo.
Ni siquiera
la de tener razón.
II.
Tiempo después ambos se encontraron, durante un
matrimonio.
Ella estaba en compañía de un hombre que usaba una
corbata ancha.
Ambos se saludaron a distancia, pero no
intercambiaron más de dos o tres palabras.
Esa misma noche el hombre de la corbata ancha le
habló a ella del viaje.
Ella se alegró, pero finalmente comprendió que no
estaba invitada.
III.
Él estuvo solo durante tres años y luego conoció a
una mujer que tocaba clarinete.
Ella, en tanto, tuvo un par de romances y un
accidente que creyó la iba a hacer cambiar.
Finalmente, sin embargo, ella no cambiaría y él
dejaría a la mujer que tocaba el clarinete.
Poco antes, ella le escribió un mail donde le
contaba del accidente y del posible cambio.
Él, en tanto, le confesó que nunca le había gustado
cómo sonaba el clarinete.
IV.
Cuando ella estaba sola acostumbraba pensar en él.
De hecho, consideraba seriamente la posibilidad de
establecer contacto, nuevamente.
No obstante, fueron pocas las ocasiones en que ella
estuvo sola, por lo que aquello pensamientos nunca llegaron a la acción.
Él, en cambio, pensaba en ella todo el tiempo,
aunque nunca consideró seriamente la posibilidad de volver a establecer contacto.
Por otro lado, lo que pensaban del contacto, del
amor y hasta de la ambición, eran cosas totalmente diferentes.
Por lo mismo, podría concluir diciendo que no hay en
esta historia mucho que lamentar.
Pero eso, claro está, no sería cierto.
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