Él y ella van en un auto. Él maneja y ella se
sienta a su lado. Avanzan por una carretera despejada, aparentemente en un
viaje largo. Es de día y hace calor. Entonces ella baja la ventana accionando
un botón que parece trabarse un poco.
-¿Recuerdas que está mala, cierto? –dice él, son la
vista fija en la carretera-. Te lo dije antes de salir y los sabemos ya hace
varias semanas.
-Pero bajó –dijo ella.
-El problema no es que baje, si no que luego no
sube.
-Supongo que lo olvidé –dice ella, mirando hacia
otro lado.
-No lo olvidaste –objeta él.
-Es cierto –admite ella-. No lo olvidé.
-¿Y entonces?
-¿Entonces qué?
-¿Para qué la bajaste?
-Quería que entrara el aire.
-Llevaba encendido el aire acondicionado… Podrías
haber aumentado la potencia si querías aire.
-No es eso solamente –doce ella.
-¿Y qué más era? –pregunta él.
-Estábamos encerrados.
-¿Y ahora no lo estamos?
-No es lo mismo.
-¿No es lo mismo?
-No –confirma ella-. No es lo mismo.
-Ahora tendremos que mandarlo a arreglar –dice él.
-Debiste haberlo hecho antes.
-¿Qué cosa?
-Llevar el auto a un mecánico, por supuesto.
-Lo llevé, pero había que dejarlo un par de días.
Ahora tendremos que ir y volver con la ventana abierta.
-Pues yo no sé qué sentido hay en tener ventanas y
no poder abrirlas.
-O sea que toda esa gente que viaja con las
ventanas arriba no tiene sentido…
-No dije eso –interrumpió ella-. Ellos pueden
abrirlas. Para eso son ventanas.
-¿Para qué, según tú, son ventanas?
-Para poder abrirlas… De lo contrario no son
ventanas.
-¿O sea que las de los aviones no son ventanas? –preguntó
él.
-¿Qué pasa con los aviones?
-Que están llenos de ventanas que no pueden abrirse…
¿o me vas a decir que esas no son ventanas?
-De todas formas no estamos hablando de aviones –señaló
ella.
-No hablo de aviones –dijo él, molesto-. Hablo de
las ventanas de los aviones.
-¿Y qué crees tú que hace que una ventana sea una
ventana?
-Pues no sé bien… pero sin duda no es que se abran
o se cierren… supongo que el poder mirar a través ellas es lo que las hace
ventanas… o para mirar fuera desde el lugar en el que uno se encuentra…
-Pues bajar la ventana permite ver fuera aún de
mejor forma.
-Pero de todas formas uno está dentro.
-…
Se quedan un rato en silencio. Él conduce sin
sobresaltos. Ella intenta accionar el alza vidrios
-¿Qué haces? –pregunta él.
-Intento apretar el botón para que suba la ventana –dijo
ella.
-Pues ya sabes que está malo –dijo él-. De eso
discutíamos, no…
-Pues mira, subió un poco.
-Lo vas a echar más a perder.
-No. Mira. Sube de a poco... cada vez que dejas
de apretar y presionas de nueva sube un poco.
-…
La mujer repite varias veces su técnica y se puede
apreciar que la ventana va subiendo.
-Espera un poco –dice él.
Ella se detiene. Él sigue manejando, pero respira
profundamente, aspirando el aire que entra aún por la ventana de la mujer. La
mujer también lo hace, luego vuelve a intentar cerrarla.
-Ahora puedes cerrarla –dice él.
-Eso es lo que hago –dice ella.
Entonces ella, tras insistir unas cuantas veces,
vuelve a cerrar la ventana.
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