Iba en el mismo colegio, en un curso mayor. En ese
entonces teníamos un recreo largo, a la hora de almuerzo, momento en el cual él
se ubicaba tras una mesa, fuera de una sala y atendía de uno en uno a quien
quisiera preguntarle algo y tuviese el dinero que nos cobraba por su servicio.
Dicho de manera breve, su servicio consistía en
decirnos si era verdad o mentira cualquier situación que llevásemos ante él. De
hecho, esas eran sus únicas palabras al momento de atendernos. Verdad. Mentira.
No se trataba de preguntas, en todo caso –si le preguntabas
algo él no te respondía y perdías la consulta-,
sino que le contabas una historia, con un tono afirmativo, y él simplemente te
miraba y decía la palabra. Ningún detalle ni explicación, solo la palabra.
Como yo no creía en el asunto, gasté mucho dinero
comprobándolo.
-Hoy de camino al colegio vi a un perro que atacaba
a un conejo.
-Verdad.
-Tengo en mi bolsillo derecho las llaves de mi casa.
-Mentira.
-Tengo una media hermana que vive en Valdivia.
-Verdad.
-Voy a hacer dos goles en el partido de la tarde.
-Mentira.
Así, poco a poco este tipo fue quedándose con el
dinero mío y de otros que no podíamos comprender cómo siempre adivinaba. Y es
que no solo se trataba de cosas pasadas sino que tenía que ver con situaciones
del porvenir.
Una vez un compañero, dispuesto a todo por
demostrar que se equivocaba fue hasta él con la intención de contradecirlo:
-Te voy a golpear luego que digas la palabra.
-Mentira.
Y extrañamente, mi compañero no lo golpeaba y no
podía explicar bien por qué, aunque ese hubiese sido el plan inicial.
A veces el asunto se ponía oscuro, y una que otra
vez –por ejemplo cuando le preguntaban sobre Dios-, el chico aquel nos devolvía
el dinero sin decir nada.
-Voy a morir después de los treinta años.
-Mentira.
-Mi mamá va a salir bien de su operación.
-Mentira.
-Dios existe.
-(Silencio).
Recuerdo que aquello solo se detuvo cuando un
inspector nos prohibió aquello sin tomárselo muy en serio, pensando que se
trataba de apuestas y suspendiendo un par de días al alumno que adivinaba,
tratándolo como a un estafador.
Luego de eso, el chico se negó a contestarnos nada
y hasta nosotros lo tratamos como si nos hubiese engañado, todo el tiempo.
Hace unos días, por cierto, cerca de mi trabajo, he
vuelto a ver a aquel chico.
Pero esa es otra historia.
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