I.
¿Ves esas gallinas?
Todas ellas están empollando un huevo.
Eso puede verse a simple vista.
Sin embargo, a diferencia de las otras, una de esas gallinas está
empollando un huevo falso.
¿Puedes distinguir esa gallina a simple vista?
¿No…?
Pues bien, eso nos hace diferentes.
Yo puedo.
II.
A todo esto… no te aflijas.
Lo que ocurre es que he pasado mi vida mirando gallinas.
Primero intenté mirar el mundo, luego a los hombres y finalmente caí en
las gallinas.
Mirarme a mí mismo ni siquiera lo intenté.
Por un tiempo lo pensé, pero luego comprendí la situación.
Dios nos hizo con los ojos
mirando para afuera, me dije.
Y Dios sabe lo que hace.
III.
Más allá del huevo falso, siempre existe una gallina falsa.
Da lo mismo el número de gallinas, siempre hay una falsa.
Incluso si hay una que está sola, esa gallina es falsa.
Por eso el Dios de las iglesias no es tan confiable.
Y por eso también el ermitaño termina por perder su vida.
Cuando estoy solo, de hecho, debo admitir que soy falso.
Por eso escribo.
Ustedes me otorgan la verdad que no tengo estando solo.
Tal vez yo también les doy ese regalo.
IV.
Lo malo de las gallinas falsas es que a veces empollan un huevo
verdadero.
Ellas no lo saben, pero yo puedo distinguirlo.
¡Esa sí que es una pérdida…!
Y es que dentro de ese huevo hay vida, y hasta un universo entero.
Nunca nace.
Nunca se abre.
Pero claro… tal vez lo que sucede, es que ya existen suficientes
universos.
V.
¿Ves esas gallinas?
Todas ellas están empollando un huevo.
A veces, incluso, son más que gallinas.
A veces también son menos.
Desde aquí puedo asegurarlo.
Tu corazón mismo es un huevo.
¿No lo sabías?
¿No lo sospechabas?
Eso nos hace diferentes.
Lo que es igual –yo lo aseguro-, permanece en silencio.
Y todo lo real es diferente...
ResponderEliminarQue buen contenido! siga así