“Quien habla de felicidad
suele tener los ojos tristes”
L. A.
Cuando pienso en la palabra felicidad pienso
también en algunas cartas de Paul Eluard. Unas pocas cartas a Gala donde
aparece el término y en las que existe una transparencia que daña de una forma
extraña, incluso a quien las lee, decenas de años después.
A su vez, cuando pienso en las cartas de Eluard,
debo admitir que vislumbro algo a lo que ya no tengo acceso. Algo que hoy quizá
ni siquiera exista. No se trata, en todo caso, del amor ni tampoco de la
felicidad. Se trata de algo más simple y más honesto, cuya palabra se ha
perdido.
De hecho, incluso si digo simplemente “Paul Eluard”,
descubro que el nombre ya ha comenzado a debilitarse. Desaparece de a poco y ya
hay que decirlo dos o tres veces, para que el interlocutor reaccione. Si hasta
a uno mismo se le va olvidando después de unas cuántas veces, el nombrecito ese.
Inténtelo usted en voz alta y ya va a ver que es cierto.
Pero de verdad inténtenlo…
Ahora bien, ¿de qué les estaba hablando…?
Ah sí… de la felicidad. Parece que empecé por un
libro de Lipovetsky. Ese de la felicidad paradójica… De los tipos esos que se
creen más felices, a pesar de una serie de otros inconvenientes y de no tener
tiempo siquiera de escribir una carta… Una carta de amor, por supuesto.
Como esas de un tipo francés, por ejemplo…
Deben de haber tenido algo…
Pero claro… ya ni lo recuerdo bien…
¡Y es que ha pasado tanto tiempo…!
No hay comentarios:
Publicar un comentario