Ella va al peluquero y le pide que le deje chasquilla.
El resto del pelo no importa tanto, pero quiere chasquilla.
El peluquero la escucha y comienza su labor.
Son ya seis años que ella se atiende ahí
Él sabe lo que quiere y para qué lo quiere.
Porque claro, no se trata que uno venga y dé indicaciones sobre el corte
que prefiere.
Es decir, puede que así sea, pero no es tan simple.
De hecho, la preferencia –o las razones de la preferencia-, es algo que no reviste por lo general, mayor
importancia.
En este sentido, el peluquero sabe que ella quiere la chasquilla, pues
le han dicho que hace lucir más jóvenes a las mujeres.
Es más, el peluquero conoce incluso la forma en que comenzó a
expandirse ese rumor, hace algunas semanas, en un programa de tv.
Con todo, el peluquero se cuida de no emitir comentario alguno, para no
discutir ni decepcionar a los clientes.
Sin embargo, en esta oportunidad es ella quien le pide la opinión al
peluquero, quien responde ambiguamente finalizando con frases de buena crianza
respecto a la juventud y belleza de la mujer, quien se alegra por los halagos.
Y claro, es entonces cuando ella responde también con halagos y una
cosa lleva a la otra y finalmente la mujer y el peluquero terminan teniendo
sexo en un pequeño cuarto que se encuentra atrás de la sala de atención.
Ninguno de los dos actúa así a menudo, pero esta vez se han dejado
llevar sin medir las consecuencias.
Tras esto, sin embargo, el peluquero simplemente termina el corte de la
mujer, y ella paga la tarifa.
Es sábado, y él calcula que durante la semana, la mitad de sus clientes
fueron mujeres que pidieron un corte con chasquilla.
Ella se mira al espejo antes de irse, satisfecha del resultado.
Nunca más, por cierto, hablan de ese encuentro.
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