I.
Me envían a entrevistar a un escritor joven. Nunca
acepto, pero a este le leí un par de poemas interesantes. Además estuvo
internado en el siquiátrico y colecciona ediciones de Los hermanos Karamazov. Ahora vive en una pieza chica, en Estación
Central. Me dijo que me daba la entrevista si llevaba doce cervezas de a litro
y las tomábamos a medias.
Sus poemas me son interesantes, por cierto, porque
me parecieron honestos.
II.
-Atrapa esa polilla –me dijo, apenas entré-. Si vas
a encender la luz atrapa esa polilla de mierda.
-¿Por eso estabas con la luz apagada? –pregunté.
-Por eso… pero igual la hueona daba vueltas.
-Ahora no se ve.
-Espera, ya va a salir.
-¿Destapo la cerveza mientras?
-No. Primero mata a la polilla.
III.
-¿De verdad hay una polilla? –pregunté.
-Sí… una grande –contestó-. Soy viejo, pero no
estoy loco.
-Pero si tienes veinte años...
-Ah… entonces soy joven y estoy loco… es la misma hueá al
final.
IV.
-¡Ahí está…! -me dijo, apuntando la pared.
Era cierto, había una polilla en la pared, pero se
veía incluso media seca.
-¿La mato? –pregunté.
Él se lo pensó un poco.
-Tomemos una cerveza mejor –dijo entonces-. Si
vuelve a huevear, la matamos.
-Ok. –dije yo.
V.
Tomamos tres cervezas y la polilla no se movió.
La habitación estaba casi vacía, salvo por un
refrigerados chico, una cama y un mueble con un computador y unas revistas.
-¿No tenías una colección de Los hermanos Karamazov? –le pregunté.
-Ciento catorce ediciones –dijo-. Diecisiete
idiomas. Treinta y ocho traducciones diferentes.
-¿Y qué las hiciste?
-Las quemé –me dijo-. O quemaba a Aliosha o quemaba
el mundo.
-Ya –dije yo.
-No se merecen el uno al otro.
VI.
La polilla se movió cuando íbamos en la quinta o
sexta cerveza.
De hecho, voló hasta uno de
los vasos, en que el líquido brillaba por el reflejo de la luz.
Yo estaba mareado y ya
había ido un par de veces a un baño chico.
No hay nada que contar del
baño chico.
Desde ahí, mientras volvía,
pude ver como él tomaba la polilla y se la tragaba, junto con la cerveza.
Me senté frente a él y seguí
la entrevista.
No llevaba grabadora ni
nada para anotar así que intentaba mantenerme lúcido, para recordar lo que
decía.
De todas formas, no estaba
en ningún proyecto de escritura y hasta comentó sobre la posibilidad de no
escribir nada más.
-Me hace mal –dijo.
VII.
Escribí la entrevista hace
un rato y la envié por mail.
Pensaba subirla acá, pero
un amigo de la revista me dijo que podía ser un problema, sobre todo porque van
con diferentes nombres.
Por lo mismo, escribo este
texto, con anotaciones complementarias.
De todas formas, la
entrevista no terminó como la había planeado.
Y es que este sábado,
cuando hablamos, logramos apenas terminar la décima cerveza.
-Parece que sí me estoy
poniendo viejo –dijo él, cuando decidimos no abrir la undécima.
Yo no comenté nada.
De hecho, le dije que me
iría, pues no estaba procesando nada de lo que me decía.
La última vez que fui al
baño, sin embargo, vi que tenía escondida una copia pequeña de Los hermanos Karamazov, junto a una
lámpara vieja.
Finalmente, cuando abrí la
puerta para irme, entró otra polilla, en la habitación.
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