Metí la mano al fuego
y era tibio.
La piel no lo supo.
El ojo no lo supo.
El espíritu no existe.
Así, finalmente,
todo reveló ser,
desde siempre,
desde siempre,
carne quemada.
No sé hoy decir más.
Y es que la verdad
quema más fuerte
que el fuego.
Silencio.
De verdad no puedo hoy
decir más.
Verdad y mentira
arrojan, finalmente,
la misma ceniza.
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