Como soy un poco un caos, desde pequeño, suelo ir
extraviando cosas a medida que avanza el día. Libros, llaves, documentos, lo
que sea… Por lo mismo, quienes están cerca mío suelen aburrirse de mis constantes
extravíos y solicitudes de ayuda. Así, más allá de que, por lo general, suelen
ayudarme y aguantar mi condición, de vez en cuando surge una frase que
extrañamente me calma, cuando más desesperado me encuentro buscando algo:
“Tranquilo,
hueón… Debe estar en alguna parte.”
Así, suele ocurrir que apenas escucho eso de “debe
estar en alguna parte”, algo en mí se alegra… como si ya no fuese realmente
culpable de una pérdida, sino simplemente de una situación pasajera, donde la
cosa extraviada está ejerciendo un poco de libertad, nada más, lejos de mi
vista… en alguna parte.
Por otro lado, pienso, esa es una frase que siempre
me ha tranquilizado en todo ámbito de cosas. Incluso en aquellas que podríamos
llamar “metafísicas”. De esta forma Dios, la felicidad, la justicia –y en el
fondo cualquier sustantivo abstracto por el que quiera usted preguntar-, deben
estar –me digo-, en alguna parte.
A lo anterior, puede sumársele incluso lo que –también
dentro del orden metafísico-, existe dentro de nosotros. Un recuerdo, una
sensación que no tenemos hace tiempo… una chispa que nos hizo reír hace años…
todo eso –reitero-, debe estar en alguna
parte.
Por último, también deben de estar en alguna parte
aquellas cosas posibles, o aquellas que ni siquiera alcanzaron a ser: las fotos
que no he sacado, mi novela perdida y aquellas no escritas, las conversaciones
que quedaron a medio terminar… estoy seguro que todo aquello debe de existir en
algún lugar… de alguna forma…
Ya vendrá el tiempo, sin embargo, para que luego de
esa calma uno sepa ir hacia esa región y hacerse cargo de aquello que ejerció su libertad en algún lugar,
lejos de nosotros… pues de otra forma esa calma no sería ya más paz, sino simplemente
aletargamiento…. Y pereza.
Y es que nunca se sabe, finalmente, en que momento
la alegría nos torna tibios, y hasta las creencias que tuvimos parecen de
pronto alejarse lo suficiente como para olvidarnos de nuestras propias tareas…
¿Qué…? ¿Los fósforos para quemar el mundo?
No sé… ya sabes… Acuérdate del título.
Cuando era niña se me perdían los paraguas. Perdí uno rosado en una micro. No sé, me bajé y ya no lo tenía. Pero bueno, debe estar en alguna parte...
ResponderEliminarSaludos Vian
Y si no están, al menos son.
ResponderEliminar