-Suena feo, hueón… si sé, pero al final todo se reduce a tener algo que saludar por las mañanas… Un cactus, una mujer, algún hijo… Porque eso es lo que tranquiliza al final, ¿no crees?
-…
-Me refiero a que algo falta al despertar… algo a
que sujetarse, me refiero… un punto de apoyo para salir de la cama… una especie
de dios al que te puedas encomendar y al que puedas reconocer cada día…
-¿Y todo se reduce a eso, según tú?
-Claro… o sea, casi todo, supongo… Pero no te lo
tomes a mal... reducir es también llegar a la esencia… descubrir algo más
íntimo…
-Pero todo finalmente por uno mismo…
-¿Te molesta que sea así…?
-…
-Pues yo considero obvio que así lo sea… al menos
en primera instancia… y es que saludar, ya en un inicio, es también abrir los
ojos… salir de uno… ir hacia el mundo, digamos…
-¿Y te apoyas en el otro para hacer eso?
-¿En qué otro?
-E el otro que tú decías… el cactus, una mujer,
algún hijo…
-Pues ojalá no te apoyes en el cactus…
-No estoy bromeando.
-Yo tampoco… Lo que quiero decir es que tú eliges… Y
claro, luego de elegir quién sabe si también eres un punto de apoyo para el
otro…
-…
-Lo que te quiero explicar es que acá no es un
abuso, de hecho, si quieres velo incluso como una transacción…
-…
-No sé si se entiende…
-…
-…
-¿Algo a que saludar por las mañanas, entonces?
-Sí, exacto…
-…
-…Algo a qué saludar.
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