Como las cercas se pudrieron ellos debieron cambiarlas.
No entendían por qué había sucedido tan pronto,
pero no había más remedio que reemplazarlas por otras nuevas.
Después de todo por querer ahorrar, tiempo atrás, ya habían perdido varios animales.
Fue así que, mientras construían la nueva cerca,
descubrieron que bajo el terreno corría un pequeño río subterráneo.
Y claro, como no sabían de esos fenómenos, pensaron
que se trataba, en primera instancia, de un milagro.
De esta primera impresión, sin embargo, fueron
cambiando con el paso de los días a una visión menos alentadora.
Y de esa visión poco alentadora llegaron
rápidamente a otra que era profundamente trágica.
Y es que tal como el río había podrido la cerca,
pensaron que todo podía estar pudriéndose en secreto y que hasta el mundo
entero, sin saberlo, podía venirse abajo.
Así, ayudados por el aguardiente y varios días de
intensa lluvia, la desesperación terminó por cegarlos, convenciéndose de esa
forma que el tiempo que quedaba era escaso, y que sus días estaban contados.
Fue así como ambos decidieron entonces reunirse con
sus esposas y darles la noticia.
No para huir, por supuesto, pues pensaban que no
había escapatoria; sino para esperar el derrumbe del mundo de una forma
correcta.
No obstante, mientras intentaban explicar su
descubrimiento, ambos llegaron a la conclusión de que no sabían cuál era la
forma correcta de esperar el fin del mundo.
Y claro, fue por esta conclusión que, finalmente, decidieron que de todas formas pondrían la nueva cerca.
La lluvia que caía, además, cesó de golpe apenas ellos decidieron retomar el trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario