-Vísperas del cero. Vísperas de la nada. Luego el
tiempo. Luego la nada. Así nos vamos. Así seguimos yendo. Midiendo espacios
vacíos que separan segmentos vacíos. ¿Vísperas de qué? Vísperas de la nada. Ahora
lo dices tú.
-Vísperas del cero. Vísperas de la nada. Ahora son
dos. Somos dos. Sin amor. Sin guerra. Sin sobresaltos. Lo quisimos así, pero
quizá en el fondo ni siquiera lo quisimos. Nos engañamos, tal vez. Luego llegaron palabras. Más tarde las dejamos ir. Al vernos caminar los otros hablaban. Esto terminará en aborto. Con suerte terminará en
aborto, decían. ¿Vísperas de la nada...? Ahora lo dices tú.
-Separó las piernas. Luego pujó y le salió un cero.
Ni siquiera supimos si nació vivo. El cero no lloraba ni succionaba desde los
pezones de la chica. Pero claro, nunca se sabe con un cero. Tal vez está en la
víspera de la vida. O en las vísperas de la nada. Y es que no sabemos siquiera
si es un número el cero ese. ¿Vísperas de la nada, decías? Vuelves a decir tú.
-Digamos que la vida me ha resultado una especie de
ecuación, pero en vez de despejar la X o resolverla han ido desapareciendo los
números. Así, todo aquello en lo que teníamos confianza ha empezado a revelarse
como una incógnita. ¿De qué víspera hablamos, entonces? ¿Vísperas de una
incógnita? Sinceramente no sé. Vuelves tú, y terminas.
-Viajamos desde la confianza en los números y en
las cosas, hasta una desconfianza profunda y verdadera. Invariablemente
viajamos de esa forma. Observamos entonces la incompletitud de esos signos y
sentimos que les falta algo. Amarrarlos tal vez, a las cosas. Pero claro, no a las
cosas de las cuales también desconfiamos, sino a las cosas con significado
verdadero. Y claro, recién entonces, comienzan las vísperas… ¿Vísperas de la
nada, crees tú? No sé, pero guárdate tu respuesta. El mundo giró, y siguió
girando.
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