Debo aclarar ante todo que no era un hombre.
Era una mujer que se llamaba Margarita.
Yo quería contarlo así, lo juro, pero el título manda cuando se
concursa en estas cosas.
Y claro, necesitábamos el premio en ese entonces.
Por otro lado tampoco es que hablara “al oído” de las cucarachas.
De hecho, no sé si podría decirse fielmente que le hablaba a las
cucarachas.
Pero claro, al menos la señora Margarita hablaba sola en su cuarto.
Y en dicho cuarto, por supuesto, había cucarachas.
Yo quería contar aquello porque me impactaba lo que decía.
Anotaba las frases en una agenda vieja y las leía, como una Biblia.
Fue entonces que unos conocidos me hablaron de concursar por unos
fondos.
Aunque claro, había que cambiar algunas cosas, si uno quería salir
beneficiado.
De ahí por ejemplo la presencia del hombre, en el título, y el oído de
las cucarachas.
Entre muchas otros cambios, por supuesto.
El resumen de aquello fue que ganamos el fondo y yo debía avanzar con
la escritura.
Entonces, intenté contarle a la señora Margarita sobre el proyecto.
No sé si me comprendió, pero al menos me sentí honesto, al hacerlo.
De hecho, me sentí tan honesto que quise cambiar el proyecto.
Intente explicar que no hablaba precisamente a las cucarachas y todo
aquello, pero no hubo caso.
Luego me sentí incapaz de escribir las verdaderas palabras de la señora
Margarita.
Finalmente, la historia fue filmada con monitos de plasticina y le
pusieron música de fondo.
Un arreglo sencillo de piano, según recuerdo.
Obtuvo un lugar en un concurso en Argentina y después ya nadie se
acordó de ella.
Le pasó igual, por cierto, que a la señora Margarita.
Las cucarachas de su cuarto y yo, en definitiva, fuimos los únicos que
conocimos aquellas palabras.
Ojalá ellas, al menos, hagan algo útil con aquello que escucharon.
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