I.
Era un profesor bajito, muy nervioso. A mí no me
hacía clases, directamente, pero lo veíamos siempre en los recreos. Por lo
general, había un grupo de estudiantes que iba cerca suyo haciéndole alguna
broma, o invitando a otros alumnos, para que conocieran cómo actuaba, y pasaran
un buen rato.
Fue en ese contexto que me llevaron donde el
profesor y me dijeron que le pidiera que inflara un globo. Que inventara que
era para un trabajo y que luego pusiera atención. Lo encontré algo absurdo, por
supuesto, pero ya me habían contado cosas sobre él y quería saber si era
cierto, así que hice tal cual como me dijeron.
El profesor entonces, amablemente, tomo el globo y
comenzó a inflarlo. Observé así como el globo iba creciendo hasta que llegó a
su límite, sin que el profesor disminuyese el ímpetu con que soplaba. Por lo
mismo, pasados unos segundos, el globo reventó, mientras el profesor seguía
inflando.
-Disculpe -me dijo entonces, visiblemente apenado-.
Siempre me pasa cuando inflo globos… lo había olvidado.
Los que me habían llevado ante él rieron y yo quedé
extrañado. Al parecer siempre le pasaban cosas de este tipo y él se mostraba
incómodo… avergonzado de aquello. Lo del globo, de hecho, supe después, constituía
algo así como un clásico, y ya se lo habían hecho al menos unas tres veces.
-No se preocupe -le dije, arrepintiéndome un poco-.
A mí también me pasa…
II.
Pasado el incidente, comencé a estar más atento y
lo observaba en los recreos, para ver que otra cosa sucedía y tratar de entender
algo, de todo aquello.
Fue así hasta que un día, en que el profesor
terminó cortándose con unas tijeras, me acerqué hasta los que lo molestaban y
los amenacé, para que detuviesen aquello.
-A él no le hace mal -contestaron secamente, sin
tomarse en serio mi amenaza.
-Tampoco le hace bien -dije yo, sin ceder en lo
absoluto.
No golpee a nadie ni me golpearon así que todo eso
quedó ahí, como una situación más, casi intrascendente.
El profesor, en tanto -que se había ido a lavarse
la herida mientras yo hablaba con los otros-, dejó de ir al colegio días
después, sin dar explicación alguna.
III.
Corrieron distintos rumores sobre el profesor,
luego que se fuera.
De entre ellos, comenzó a tomar fuerza uno que
decía que había sido internado, por graves problemas sicológicos.
Yo se lo pregunté directamente a unos profesores,
con quienes tenía confianza y me lo confirmaron.
-Un hermano del profesor vino a avisar -me
dijeron-, y ya no volverá al colegio.
No pregunté más porque no sabía bien qué preguntar
y supongo que también porque en el fondo no soy bueno.
Por otro lado, como me veían siempre con libros, esos
mismos me entregaron uno que el profesor había dejado olvidado en el casillero.
Era una edición vieja de Al este del Edén,
de John Steinbeck.
Fue el primer libro que terminé de leer y no supe darme
cuenta que había terminado.
Igualito que el profesor con el globo, dirá
el lector atento, aunque no es solo eso.
Definitivamente, no es solo eso.
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