En esta oportunidad, en una especie de cajón que
estaba bajo la cama de su madre, el niño encontró un cartel que decía “se vende”.
Era un cartel rojo, igual al que había visto alguna vez en una casa vieja que
estaba cerca de la plaza donde lo llevaban a jugar. El cartel tenía un espacio
en blanco en el que se debía escribir algún número telefónico u otro detalle,
pero este no había sido escrito, todavía.
Tras sacarlo y ponerlo sobre la cama, el niño
comenzó a pensar sobre aquello. Después de todo, no se le ocurría qué era
aquello que quería vender su madre. No podía ser la casa pues era de una tía,
que los dejaba vivir ahí mientras se hicieran cargo de las cuentas… Además, si
fuese la tía la que quisiera vender la casa, ¿dónde se irían ellos?
Buscó entonces otras opciones, pero lo cierto es
que no se le ocurría nada. Después de todo, no tenían auto ni grandes cosas en
las cuales poder pegar ese cartel. Así, tras descartar una a una sus pertenencias,
llegó a la conclusión que no tenían nada importante que vender, salvo a sí
mismos. En un principio, la idea le pareció chistosa, pero poco a poco aquello
lo angustió. Se imaginó a la madre pegándole el cartel en su espalda mientras
iban de compras o a visitar a la abuela. Y pensó también en la posibilidad que
su madre se vendiera a sí misma y él se quedara entonces viviendo con un fajo
de billetes, que se iría acabando lentamente.
Pasaron los minutos de esa forma y llegó la tarde.
Como ya era la hora en que la madre regresaba el niño guardó el cartel en el
lugar en que lo había encontrado y calentó rápidamente su almuerzo, que había
olvidado tras encontrar el cartel. Comió rápidamente, lavó su plato y fue hasta
el living a esperar que llegara su madre. Llevó un libro, incluso, para que ella
lo encontrara leyendo, pero lo cierto es que siguió pensando en otras cosas. A medida
que pasaban los minutos volvió a considerar la posibilidad en que su madre ya
se hubiera vendido o que lo hubieran vendido a él y el comprador fuese a llegar
de un momento a otro. Ya estaba oscureciendo cuando se durmió sobre el sillón. Poco
después alguien -su madre, probablemente-, comenzó a abrir la puerta.
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