El argumento es casi el mismo.
Un inventor crea un ser, pero fallece a poco de terminarlo.
Los ojos de ese ser son dos tijeras.
Por lo mismo, todo lo que el ser observa, resulta
cortado.
Para efectos de composición, el corte es siempre
simétrico, exacto.
Así, a modo de ejemplo, la primera vez que ve el sol,
este se corta en dos mitades.
Luego, en una segunda oportunidad, cada parte
resulta nuevamente dividida.
El ser creado es joven, y se siente llamado a
comprender el mundo.
Cada vez que lo intenta, sin embargo, el mundo
vuelve a dividirse en mitades.
Esta situación, por cierto, genera dudas en el
joven: tanto de sus conclusiones, como del procedimiento que sigue para llegar
a la comprensión.
Por lo mismo, el joven comienza evitar, en lo posible, observar el mundo.
Entonces, busca la comprensión volviéndose hacia sí
mismo.
Lamentablemente, fruto de estos nuevos intentos, el
joven termina por cortarse a sí mismo en numerosas ocasiones.
El corte no es físico, por supuesto, pero a efectos
de asimilación y de construcción de imagen, debiese serlo.
Por último, hacia el final de la película, sería conveniente
relacionar al ser con al menos tres elementos.
Un universo que no se comprende a sí mismo y en
constante expansión.
El ideograma japonés de la comprensión, que asemeja
una espada.
La paradoja de Aquiles y la tortuga.
Como escena final, en todo caso, es conveniente
realizar un plano amplio donde el mundo y el ser atomizado, den la impresión de
formar una especie de constelaciones.
Tras los créditos del film, sería bueno que la
pantalla misma se cortase en dos, luego en cuatro, y así sucesivamente.
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