No hablo de magos.
Aunque la comparación me es útil.
Me refiero a la idea que tienen algunos de
enseñarte un truco que no has solicitado.
La foto de sus hijos, una anécdota de infancia, una
aventura amorosa, tal vez.
Conejos que nadie quiere ver, por supuesto.
No lo digo con amargura en todo caso.
Se trata simplemente de pensar antes en lo que
quiere ver el otro.
De hacer que la maravilla sea auténtica por aquello
que se ha esperado.
Por ejemplo, si yo fuese mago, partiría preguntando
al público qué es aquello que quiere ver.
Dejar claro qué quieren, en definitiva, que saque
del sombrero.
No digo que todo sea posible, en todo caso.
Un mamut, por ejemplo, no lo saco ni aunque mandase
a hacer un sombrero de la talla.
Pero claro, está la intención al menos.
Eso debiese valorarse.
La excepción a esto, sin embargo, lo hago con la
naturaleza.
Y es que supongo que ella sabe qué es lo que
necesitamos.
Frutas que caben en mi mano, ríos de agua fresca,
cactus que florecen.
Esos conejos no los rechazo.
Un conejo mismo, incluso, viniendo de la
naturaleza, no hay modo de no aceptarlo.
Aunque claro, aquí también se suma la tormenta, la
oscuridad y el perro que te clava los dientes en la pantorrilla.
Pero eso no se dice.
Pero el perrito tuvo su intención.
ResponderEliminar