Él se siente seguro porque tiene tracción en las
cuatro ruedas.
Ella, en tanto, busca el momento para indicar que
tiene dudas.
Avanzan, de esta forma, aunque ella interrumpe de
vez en cuando y se originan entonces ligeras discusiones.
Así es el viaje.
Sobre todo en los trayectos de montaña.
Todo parece tranquilo.
A veces llueve de noche.
Cerca de Concepción, sin embargo, encuentran en la
carretera un enorme perro muerto.
Ella insiste en bajarse.
Él acepta..
Él acepta..
Ya abajo, ella arrastra el cuerpo hasta un costado.
Era viejo de
todos modos, comenta.
Pasan unos minutos.
No intentan enterrarlo, pero lo dejan, al menos, en
un lugar seguro.
Luego vuelven al auto.
Extrañamente, ella se siente ahora más segura..
Él ya lo hacía, desde antes.
Mientras avanzan, la actitud de él no decae, pues
tiene un vehículo con tracción en las cuatro ruedas.
Lo compró teniendo en mente la imagen de un
pantano.
Y es que era, sin duda, una gran imagen.
En ella, el vehículo atravesaba el pantano y parecía no mancharse.
En este viaje, sin embargo, no cruzarán ninguna zona de esas características.
En cambio, volverán a encontrarse con otro perro
muerto.
Esta vez será uno más pequeño y ya le habrán pasado
más autos por encima.
Por lo mismo, decidirán simplemente dejarlo en el
lugar.
Luego seguirán su camino.
Luego seguirán su camino.
Podría inventar más hechos, sin duda, pero esa es
toda a historia.
Falta solamente la palabra fin.
(Está al final de la linea anterior, por si no la vio).
No tengo ganas, por cierto, de escribirla nuevamente.
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