I.
Existe un tipo de flores que crecen en altura,
comúnmente en zonas áridas.
Dichas flores, cuyo nombre científico desconozco, son
llamadas comúnmente líneas rectas.
La primera vez que vi una fue en Pica, hace unos
diez años, mientras preparaban una ofrenda floral que sería llevada hasta La
Tirana, en la fiesta conmemorativa.
Las flores eran blancas y celestes, de apariencia
muy sencilla.
No recuerdo que hayan tenido aroma.
Solo vi un pequeño grupo de esas flores, en todo
caso.
Un solo ramo de líneas rectas.
II.
La segunda vez que vi de esas flores fue en un pequeño observatorio,
en el Valle del Elqui.
Se las habían llevado a una chica que trabajaba en
el lugar, que estaba embarazada.
Esa vez causó gran revuelo el nombre de esas
flores, por lo que se habló durante días, de ellas.
Yo estaba en el lugar, redactando un artículo, y
escuché gran parte de esas conversaciones.
De verdad fueron numerosas.
De hecho, para cuando las líneas rectas se
marchitaron, todavía se seguía hablando de ellas.
III.
Es difícil de explicar, pero algo cercano a la
esperanza nace en mí cuando pienso en las líneas rectas.
En las flores, por supuesto, no en los puntos
infinitos.
Y es que me alegra pensar que es posible la
existencia de las líneas rectas.
El infinito llevado a una existencia frágil… blanca
y celeste.
Con esa eternidad nos basta, después de todo.
Tal vez esa sea la forma en que pueden llegar a
existir esos conceptos.
Un arroyo que se llame Dios.
Una especie de escarabajo que se llame espíritu.
Un tipo de roca que se llame eternidad.
Puede bastar con eso… tal vez.
Puede bastar, espero.
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