Yo era chico y la habían pedido en el cole. Sangre
de uno en un frasco. No recuerdo bien para qué era, pero sí que debía de estar
limpia. Nos habían advertido eso varias veces. Que la obtuviéramos limpiamente.
Que no se mezclara con nada más. Que el frasco debía ser de vidrio. Que bastaba
con un poco. Y que tapáramos el frasco.
Por lo mismo, como no tenía frasco, lavé
innumerables veces uno de mermelada que encontré en el refrigerador. Me fijé que
calzara la tapa y hasta ideé una forma para llevarla y que no se volteara en la
mochila.
Recién entonces fue que comencé a pensar que la
sangre debía salir de algún sitio. Y comencé también a pensar en la cantidad
solicitada. Bastaba con un poco, habían dicho, pero al mismo tiempo hablaron de
un frasco… La situación me parecía algo confusa.
Para peor, no quise decirle nada a mi madre. No sé
bien la razón, pero creía que eso debía solucionarlo yo solo. Además, si debía
hacerme una herida, para la obtener la sangre, prefería hacérmela yo mismo.
Fue así que pasé largo rato aquella tarde con un
cuchillo en mi cuarto. Lo pasaba levemente por la yema de mis dedos, pero solo
conseguía cortes superficiales. No me atrevía a hacer una herida verdadera,
digamos.
De esta forma, ocurrió que el día se empezó a ir y comenzó
a oscurecer, poco a poco. Todo esto
mientras yo pensaba en la sangre… en que dentro de uno había unos cuantos
litros dando vueltas… moviéndose incluso… y que uno era también una especie de
frasco que contenía aquella sangre.
Esa imagen me dio miedo, según recuerdo. Ser
consciente por un momento que uno era poco más que una bolsa de piel que
contenía ciertos órganos y algunos litros de sangre, nada más… Era una
comprensión poco agradable, estoy seguro.
Así, recuerdo que me fui a acostar esa noche,
agitado por el día y aún con el frasco vacío.
Minutos después, me despertaba con sangre de nariz y
un tanto sorprendido.
El resto de la historia es obvio y fome.
(El primero también, pero ya está hecho)
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