La frase llegó en medio de un discurso que ya
llevaba varios minutos y al que no le prestaba mayor atención:
-Son como casas incompletas, -me dijo-. Como casas bien
hechas, pero sin interruptores...
Yo no sabía de qué hablaba, pero ella prácticamente
no hacía pausas. Supongo que estaba hablando de la vida, en general, como hacía
siempre.
Y es que cada vez que bebía hablaba de esa forma.
-Son como casas sin interruptores… –seguía, aunque
sin explicar.
Por lo general yo no la tomaba en serio, en esos
momentos, pero me hice la idea de esa casa y no lograba entender a qué se
refería, y se lo pregunté.
-Casas sin interruptores, po hueón… –me respondió.
-Ya –dije yo, para no pelear.
Entonces tomó otro trago y me sirvió también a mí.
Era parte del rito ese de juntarnos cada año, para
recordar la muerte del Chuma.
Ella se veía cada vez peor, eso sí… más maltratada,
me refiero.
Esta vez le faltaba un diente y tenía un párpado
caído.
-¿Te imaginai te entregan una casa así…? –decía,
sin mirarme-. Toda bonita, toda normal, pero sin interruptores… Y que te den a elegir, más encima… pero una elección
pa siempre, eso sí… Solo tenemos dos modelos, capaz que te digan… o con las
luces encendidas, o con las luces apagadas, ¿te imaginai…?
Entonces ella seguía tomando.
Y claro… yo también, en esas reuniones.
La última vez fue hace dos años, eso sí.
No sé qué casa habrá elegido.
Ahora prefiero imaginarla bebiendo con el Chuma.
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