“Busqué por todos lados
y no encontré a esa gente linda
de la que todos hablan”
Había epidemia en esa época.
Te formaban en la escuela, fuera de las salas y te revisaban la cabeza.
Yo era chico y no entendía, pero luego me explicaron que estaban
buscando piojos.
Me demoré bastante en entender que se trataba de cosas vivas.
Cuando lo entendí quise tener piojos de inmediato.
Me miraba en el espejo y soñaba con que vivieran ahí.
Un mundo de cosas vivas, en mi cabeza.
Me imaginaba qué hacían… si se quedarían para siempre, o hasta si
tendrían hijos.
Supongo que lo veía como algo similar a tener mascota.
Y lo cierto es que me emocionaba aquella idea.
Imaginé hasta nombres.
Historias.
Batallas entre familias rivales.
Lamentablemente, por una razón u otra, nunca me encontraban.
Yo siempre insistía, pero me volvían a la sala, sin descubrir nada.
Puede sonar exagerado, pero aquello lo viví como algo trágico.
Y es que yo quería tener piojos.
Sinceramente quería tenerlos.
De esa misma forma se lo conté un día a una profesora.
Ella interpretó que yo estaba muy solo y me recomendó que viese más
gente.
Que compartiera más con mis compañeros.
Que buscase gente linda, creo que me dijo.
Pero claro, los piojos me seguían pareciendo más interesantes que todo
el resto.
Así, seguí por meses buscando detenidamente en mi cabeza, aunque sin
encontrar nada.
Y claro… en cuanto al consejo de la profesora, supongo que también
busqué.
El epígrafe, por cierto, da cuenta de esos resultados.
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