I.
-¿Bajo esa mirada qué?
-¿Qué?
-¿Como “qué”?
-Claro, bajo qué mirada…
-No es el punto… es el segundo “qué” el que importa…
-¿Cuál qué?
-¿Cómo?
-¿Cuál segundo qué?
-¿No te acuerdas?
-No.
-Pero…
-Disculpa.
-¿Partimos de nuevo?
-Vale.
II.
-¿Bajo esa mirada qué?
-Nada.
-¿Nada?
-Sí, nada.
-¿Nada qué?
-Lo que tú decías…
-…
-Bajo esa mirada, nada.
-…
-No hay nada.
-Sí entendí.
-¿Y entonces?
-Eso no sirve.
-…
-No es un diálogo.
-¿No es un diálogo?
-No.
-¿Y qué es?
-Otra cosa. No un diálogo.
-¿Y qué hacemos?
-No sé…
-¿Otra vez?
-Vale… otra vez.
III.
-¿Bajo esa mirada qué?
-¿”Bajo esa mirada qué”?
-Sí… O ¿qué hay, bajo esa mirada?
-Pues no sé bien…
-¿No sabes qué hay bajo una mirada?
-Es que supongo que todo…
-¿Todo?
-Sí, supongo que todo, menos la mirada.
-Eso es muy vago.
-Una mirada también es vaga.
-Y lo que hay afuera también.
-¿Todo es vago, entonces?
-…
-Las miradas y lo de fuera… ¿nada deja de ser vago?
-Tú sabes esa respuesta.
-Pero entonces esto tampoco…
-¿Tampoco qué?
-¿Tampoco sería un diálogo?
-¿Tampoco?
-Claro… ya sabes… saber las respuestas de antemano…
-No he dicho eso…
-¿No has dicho lo de saber la respuestas de antemano?
-No. No he dicho lo de no ser un diálogo.
-Tal vez, pero tú mirada…
-¿Mi mirada?
-O sea, no sé bien… tú mirada o bajo tu mirada…
-Es vaga, supongo.
-No.
-¿No?
-Claro que no… y además no es el punto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario