Hay una ardilla al final.
Antes hay un camino de piedras.
Sobre las piedras musgo.
Y sobre el musgo, tiempo.
Uno de esos árboles que parecen vivos,
está muerto.
El agua de la lluvia no alcanza a mojar
este sector.
Y los hombres pasan sobre las piedras,
hacia algún sitio.
Es cierto.
De hecho,
tú has estado en aquel lugar.
Y has sido piedra del camino.
Y musgo sobre la piedra.
Y la muerte del árbol, incluso,
te ha parecido vida.
Entonces,
recuerdas que una vez te pusieron
un animalito en la mano.
Y sin ver calculaste
que ese bien podría
ser un corazón.
Y el agua cayó entonces
y no mojó el lugar en que tú estabas.
No fue culpa de nadie,
es cierto,
pero dudaste tú, de la lluvia.
Y esa sensación te hizo olvidar
una cosa pequeña
que habías aprendido.
Y es que siempre pasa eso,
con aquello que aprendimos.
Ser piedra, por ejemplo.
Ser musgo.
O saber, por ejemplo,
lo que era un corazón.
Con el tiempo, sin embargo,
volverá la gente a cruzar
ese camino.
Y el musgo se saldrá de las piedras.
Y no percibiremos, por momentos,
el tiempo.
Las voces no hablarán directo, me refiero.
Y hasta los que podíamos decir algo
preferiremos entreabrir la puerta,
pero guardar silencio, finalmente.
Y claro, por la puerta entreabierta
se acercará hasta ti una figura pequeña.
Aquí está la ardilla, por cierto.
Y el final.
Y claro, por la puerta entreabierta
ResponderEliminarse acercará hasta ti una figura pequeña.
Aquí está la ardilla, por cierto.