Compro siempre sopas chinas.
De esas que vienen con sobres de condimentos y de verdura deshidratada.
No es solo por el sabor, sino por el rito ese de ver crecer los
trocitos de verdura.
Hoy por ejemplo preparé una de algas.
Era un poco más fina que las habituales, pero el sistema era
el mismo.
Un sobre con picante y especias.
Otro sobre lleno de polvo y pequeños trocitos verdes.
Entonces añado agua caliente y revuelvo.
No toma más de cinco minutos.
Durante ese tiempo, por cierto, me concentro viendo crecer las
verduras.
Nunca sabes qué va a salir.
Esta vez salieron algas y trozos de pimentón.
Las hojas de alga alcanzaban hasta diez centímetros, luego de haberse
hidratado.
Antes me sorprendía este proceso.
Incluso podría decirse que me emocionaba, ver crecer las verduras.
Incluso podría decirse que me emocionaba, ver crecer las verduras.
Hoy, en cambio, me sorprenden cosas más sencillas.
Que alguien pose acá los ojos, me sorprende.
Cosas simples, decía.
Tostar el pan.
Ver hervir el agua.
El sabor mismo de la sopa, por ejemplo.
Con todo, mis amigos dicen que esas sopas no son naturales.
Deben tener razón, no lo niego.
Igual les invito un plato, cuando vienen por acá.
Nunca lo rechazan.
Nunca lo rechazan.
A veces, según el tipo de sopa, agrego un huevo.
Me sorprenden cosas como estas, y cómo tus palabras me sensibilizan tan fácil y sencillamente
ResponderEliminar