I.
Me compré un cuaderno para anotar las cosas que he olvidado.
Sus hojas son cafés, de un material inusual, cuyo nombre no recuerdo.
El cuaderno está en un cajón, al costado derecho del escritorio.
No tiene imágenes ni formas en su portada, salvo el color café que
comparte con sus hojas.
Nunca he escrito en él, una sola palabra.
II.
De pequeño también tuve un cuaderno similar.
Uno en el que anotaba cosas que podía olvidar en el futuro.
No sé, sin embargo, dónde dejé ese cuaderno o el color de sus hojas.
Tampoco recuerdo –si soy sincero-, ninguna de las cosas que anoté en
él.
III.
Dicho lo anterior no me queda sino ordenar algunas verdades:
Sin lugar a dudas he olvidado cosas de pasado.
Supongo que olvidaré también otras cosas, en el futuro.
Espero sin embargo, que no se trate realmente de cosas importantes.
También espero no olvidar que lo importante dice relación con la
comprensión de los otros, del mundo, y de nosotros mismos.
IV.
Me compré un cuaderno para anotar las cosas que he olvidado.
Creo que sus hojas son cafés, de un material extraño, cuyo nombre no
recuerdo.
Nunca he escrito en él, una sola palabra.
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