I.
El naranjo se llenó de frutos este año.
Frutos pequeños, es cierto, pero por su color
llaman la atención.
De hecho, las visitas que vienen a casa hablan de
él por un momento y piden probar una naranja.
Por lo general, escogen la más grande y se la
llevan a la boca.
Y claro, como son jugosas suelen mancharse.
Vienen entonces hasta la cocina y piden unas
cuantas servilletas.
Se secan, pero por lo general quieren limpiar un
poco más.
Entonces, algunos buscan en sus celulares si el
jugo de naranja deja o no deja manchas importantes.
En eso se demoran, generalmente, al menos un par de
minutos.
Y claro, como no se preocupan mucho más yo pienso
que no deja manchas graves.
II.
Ya dentro de casa les ofrezco algo de beber.
Casi todos aceptan, sobre todo si hay cerveza.
Entonces miran un rato los lomos de los libros y
algunos hasta se muestran sorprendidos, cuando recorren las repisas
Ninguno, sin embargo, se ha quedado observando más de dos o tres minutos.
En ese tiempo, además, esbozan algunos comentarios
y hasta preguntan un par de cosas, mientras toman lo que les he servido.
Luego –o tal vez antes si son personas
perspicaces-, se muestran incómodos, ya que no suelo contestar ni hacer
comentario alguno.
Por último, luego que se van, yo recojo el resto de
la naranja, que suele quedar sobre la mesa.
No acompaño a nadie hasta la puerta de salida.
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