He visto crecer el pasto sobre la tierra.
También he leído a Kant.
Y estoy dispuesto a comprender lo que pueda comprenderse.
El sonido del agua.
El sol sobre la piel.
Y una larga caminata con mi hijo.
No sé hacerlo de otra forma.
Frambuesas.
Papas con eneldo y mantequilla.
Una crema de champiñones con queso de cabra.
A ratos, percussion bitter sweet de Max Roach.
Y claro… alejo la desesperación que ataca siempre tres veces al día.
Defensas burguesas tal vez, pero he intentado de todo.
Sumergirme en agua helada.
Amar si es posible o aunque no lo sea.
Dar todo hasta caer rendido.
Y es que aunque no parezca, yo también he cantado a la revolución.
Pero hoy no es tiempo, claro está, para esas cosas.
Así, frente a la hoja en blanco permanezco tres horas cada día.
Frente a la vida en blanco.
Frente a los otros, incluso.
Dicho esto, me sorprendo que el corazón lata y que el pasto siga
creciendo desde la tierra.
Ojalá se entienda que no busco la amargura.
Salgo a caminar en la noche y solo escucho gritos.
Juro que solo escucho gritos.
No sé qué abrazar así que abro otro libro.
Intento ser feliz aunque no sepa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario