La fórmula es
sencilla, piensa Ana. Si Samuel ronca es porque Samuel duerme. Y claro, si no
ronca, es porque no duerme. No es que el ronquido sea terrible, no es eso. Lo
que pasa es que Ana lo toma como un indicador, o como una especie de señal,
casi. Es decir, luego de oír los ronquidos de Samuel, Ana comienza realmente a
intentar dormir. Antes de eso, luego de alguna breve conversación, era común
que apagasen la luz y que ella quedase en espera: pendiente totalmente de los
sonidos de Samuel y de la verificación de su nuevo estado (a través del
ronquido, como ya se ha dicho).
Afortunadamente
para Ana, no era mucho lo que debía esperar ese primer ronquido. Y es que si
bien nunca cronometró el tiempo, ella estima que no tardaba en llegar más de
cinco o diez minutos, a lo sumo. Y claro, era entonces que Ana parecía
relajarse y hasta podía pensar en cualquier cosa antes de intentar dormir.
-¿Y cuáles son
esas cosas en que piensas luego que Samuel se duerme? –le preguntamos a Ana.
Pero ella no
responde.
Tal vez sea
porque conozco a Samuel y piensa que puedo contarle algo.
Aunque claro, también
puede ser porque ella no lo ha escuchado roncar en las últimas dos noches y
piensa que algo extraño ocurre.
Cómo sea, el
hecho es que Ana no responde. En cambio se atreve a decir:
-Tú no roncas.
No duermes. Y vas a morir pronto.
Luego de eso
intenté contestarle, pero no pude.
Por otro lado,
dos de tres predicciones no estaban mal, para ser un principiante.
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