Vio tantas películas de esa índole que terminó
creyéndose el cuento.
Por lo mismo, intentó tener aventuras trabajando de
repartidor de pizzas, limpiador de piscinas y hasta de fontanero.
Nada emocionante ocurrió, por supuesto.
Sin embargo, lejos de desalentarse, descubrió que
algo le producía el entrar brevemente a cada casa, o atisbar el interior, al
menos.
Una sensación que le resultó atractiva, por cierto,
y que le hizo seguir con este tipo de trabajo por largo tiempo.
Y es que esa intrusión mínima bastaba para
proyectar vidas, pensaba… y hasta para imaginarse, entonces, dentro de esas
casas.
De esta forma, le ocurría imaginarse a sí mismo
llevando una de esas vidas, y renunciando a ellas tan pronto como le avisaran
de un nuevo pedido, o destino.
Extrañamente, descubrió entonces que no le agradaba
ninguna de esas vidas, que había observado.
Y no es que tuviesen algo malo, sino que descubrió
que no eran agradables para él, específicamente.
No eran vidas que él quisiera, digamos.
Fue comprendiendo esto poco a poco, por supuesto,
pero le afectó de tal manera que terminó por alejarlo de casi cualquier modo de
vida.
Entonces, desanimado hasta el punto de dejar esos
trabajos, volvió a ver en abundancia películas de cierta índole.
Largas películas.
El resto de su tiempo, en tanto, no era empleado en nada que revelase tener mayor
sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario