Esa vez fuimos a la playa. Ella era pequeña y le
daba miedo meterse en el mar. La idea era que se mojara los pies, pero recuerdo
que insistió en que quería aprender a nadar. Pensamos que se le iba a pasar,
pero en Santiago siguió con lo mismo. Yo iba entonces a un gimnasio, con unas
amigas, cerca del trabajo. El banco tenía un convenio y el plan completo nos
salía la mitad. Y claro, en ese plan se incluía piscina. Entonces recuerdo que
pagué un adicional por ella y comencé a llevarla. La iba a buscar al colegio y
la llevaba. Tenía seis años, creo y estaba en primero. Cuando fuimos lo primero
que le dije fue que si quería aprender a nadar, primero debía aprender a
flotar. Lo malo es que ella no podía. No sé por qué habrá sido, pero lo cierto
es que por más que lo intentaba ella no conseguía flotar. En cambio, comenzó a
nadar muy pronto. Era rápida incluso lo hacía con cierta gracia. No flotaba,
pero nadaba. Íbamos juntas a la piscina y nadábamos. Debe haber sido todo un
año que hicimos eso. Nadar juntas, me refiero. Luego quedé embarazada de Kevin
y dejamos nadar. Además el colegio se vuelve más difícil y luego ella crece y ya es la historia de
todos. Un día ya grande, en la playa, la vi nadar y nos acordamos. Entonces fue
que ella me dijo que yo siempre estuve equivocada. Que flotar no es primero.
Que nadar sin saber flotar es mejor y hasta se disfruta de otra forma. No sé
por qué, pero me quedó grabada esa conversación. Y además me dolía. Me refiero
a que lo sentía como una crítica, como si me dijera que toda mi vida había
estado equivocada. No me di cuenta en el momento, pero con los años esa es la
impresión que me ha dejado. Ahora ella está en Francia, estudiando y Kevin está
por salir del colegio. Con el padre de ellos nos separamos hace años, pero
tenemos una buena relación. En el trabajo gano un buen sueldo y él se encarga
de cubrir algunos gastos de los niños. Es como flotar, supongo. Nada más.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Seguidores
Archivo del blog
-
►
2024
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2023
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2022
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2021
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2020
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2019
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2018
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2017
(365)
- ► septiembre (30)
-
▼
2016
(366)
- ► septiembre (30)
-
▼
mayo
(31)
- Apuestas (Frivolidades varias).
- (Tal vez) Un nuevo artista contemporáneo.
- De vez en cuando.
- Casi todo es una pena.
- Liberar espacio.
- Ella se acordó de un cuento.
- Ser bueno o simular ser bueno.
- Lo malo. Lo más malo. Lo triste.
- Cerca de mi casa...
- Me hago una idea.
- Gastar el tiempo en algo incierto.
- No me gusta todo esto.
- Nada emocionante (películas de cierta índole).
- Santos de yeso.
- La soportable levedad del ser.
- La suerte de Lot.
- ¿A qué se agarra usted?
- Farmacias.
- Una cosa por otra.
- Flotar, supongo.
- Para qué está vivo ese perro.
- Una camisa para el esposo de Cristina.
- Dos amigos en un bus.
- Construir un cuarto.
- Piedras saliendo de sí mismas.
- Dios en búsqueda de Dios.
- Cosas que funcionan.
- Romper un espejo cada siete años.
- Palabras que hablan de mis síntomas.
- Extranjero.
- Ella dice que viene un gato.
-
►
2015
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2014
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2013
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2012
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2011
(365)
- ► septiembre (30)
En algún momento los músculos se cansan y uno se vuelve de piedra. Y solo se hunde si no sabe flotar. A veces los nadadores no son concientes de lo que hacen, lo que no los exhime de aprender a flotar, antes o después de aprender a nadar, o eso me parece.
ResponderEliminar