Prefiero ver a Buster Keaton.
Corriendo, en blanco y negro.
Construyendo una casa, haciendo de espantapájaros y hasta intentando
suicidarse sin lograrlo.
Cada cierto tiempo vuelvo a verlo.
Dejo de lado otras cosas mientras me recuerda la importancia de no
quedarse quieto.
Huyendo de prisión, arrancando de un perro y por lo general enamorado
de una chica.
Y es que siempre se mueve Buster Keaton.
Incluso cuando no lo ves se está moviendo.
Subiéndose a un auto, colgando de un tranvía, arrojándose de un tren o cayendo
aparatosamente desde una moto.
Donde lo viera reconocería a Buster Keaton.
Aunque lo viera en colores lo reconocería sin problemas.
Su forma de andar, de llegar a donde quiere, de caer sin que eso lo
frene.
Y es que sabe caer Buster Keaton.
De hecho, caer sea probablemente lo que mejor sabe.
Desde grandes alturas, rodando por barrancas o rebotando entre un
edificio y otro.
No pasa un segundo y vuelve a estar de pie, corriendo nuevamente.
Si te paras rápido no duele, parece decir Buster Keaton.
O si duele ya estás en marcha otra vez y eso es lo importante.
Y como vuelves a caer y a pararte… -y luego a caer y a pararte, otra
vez-, todo es un poco indistinto.
Y hasta el dolor, el movimiento y la vida se revelan entonces como una
misma cosa.
Y sonríes tú ya que él no lo hace.
Porque esto es para ti, únicamente.
Todo ese afecto es para ti.
Nunca lo olvides.
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