Hay frases hueonas por doquier.
No sé quién las inventa, pero yo culpo al que las repite y no me hago
problemas.
El otro día, por ejemplo, en plena teleconferencias fui obligado a
escuchar a un psicólogo que se hacía el interesante.
Hasta para los planetas hay cosas peores que la muerte, dijo entremedio
de otras frases.
Como se produjo un silencio poco después, aproveche de activar el
micrófono y confirmar si había escuchado bien.
Disculpe, dije, hace un momento me pareció que usted decía
una frase… Incluso la anoté: Hasta para los planetas hay cosas peores que la
muerte… ¿eso es lo que usted dijo?
Sí, me contestó, pero no era algo central… solo un comentario
a partir de una frase hecha, para explicar lo que hablábamos sobre el miedo y
los efectos que…
Entendí lo del miedo, interrumpí. Solo tenía dudas sobre esa
frase.
Pues espero haberla aclarado -continuó. ¿Alguien más tiene
una pregunta?
Yo mismo, me adelanté a decir. Respecto a la misma frase de
antes… ¿Qué cosa es peor que la muerte, para un planeta?
El tipo se quedó en silencio un rato y no dijo nada.
¿Se escucha, cierto?, pregunté.
Sí, escuché, solo que no sé qué quiere que le conteste, me dijo.
La pregunta, le aclaré. Quiero que me conteste la pregunta,
si fuese tan amable.
Se produjo entonces un silencio incómodo y luego ya no supe pues me
echaron de la sesión.
Por un momento lo sentí como un alivio, pero luego me inquieté un poco, netamente por cuestiones laborales.
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