I.
Miguel se corchetea un dedo y va al doctor.
Estaba ordenando unos documentos y de pronto se escuchó un pequeño
grito.
En principio no parecía algo serio, pero al intentar arrancarlo rasgó
la piel.
Un trozo de su huella digital está ahora sobre su escritorio.
También una uña que se arrancó hurgando en la herida.
La sangre la limpió Marcela, que trabaja en el escritorio del fondo.
II.
Ya en la consulta, Miguel se acerca a recepción y cuenta lo ocurrido.
Lamentablemente, no lo toman muy en serio.
Su herida ha parado de sangrar y además tiene toda esa mano envuelta en
una tela.
Por lo mismo, decide de pronto agrandar un poquito el daño.
Hunde un lápiz y revuelve un poco.
Entonces, es llamado casi de inmediato.
III.
El doctor se muestra complicado.
No entiende como un simple corchete puede hacer tanto daño.
Al principio, intenta desinfectar, pero finalmente decide arrancar un
trozo más de piel.
Llega hasta un nudillo y parece que ahora hay que quemar unos nervios.
El doctor llama a un colega del cubículo del lado para que vea la
herida.
Tras pedirle permiso a Miguel sacan fotos de su dedo.
Luego vuelve a quedarse con el doctor que lo atiende.
IV.
Hizo bien en venir, dijo entonces el doctor, podría haber perdido el
dedo.
Miguel asiente.
Entonces le dan hora para curaciones en dos días más y le recetan un
antibiótico y un calmante, para cuando pase el efecto de la anestesia.
V.
Ya en casa, Miguel se encierra en su cuarto con un cuchillo.
Y claro, es raro que se encierre en su cuarto pues vive solo.
Cinco minutos después arroja el dedo al techo, hace un torniquete en el
brazo y llama a una ambulancia.
Miguel no grita.
Yo creo que lo hizo simplemente para cagarme el final de esta historia,
que no iba tan mal.
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