No recuerda bien de qué trataba su novela, pero sí
que llevaba como título ¿Qué hacer con un
ladrillo?
La había comenzado hacía años –nunca la terminó,
por cierto-, y se acordó de ella casualmente ya que le sobró un único ladrillo tras
hacer una pequeña construcción en el patio de su casa.
Aquella, había sido la única vez que intentó
escribir algo y lo cierto es que había avanzado bastante hasta antes de abandonar
el texto –unas 200 o 300 páginas, según recuerda-, aunque ni siquiera de eso
está seguro.
Tal vez el manuscrito esté en casa de su madre, piensa
ahora, y de pronto le dan ganas de buscarlo y redescubrir de qué trataba
aquello, ya olvidado.
Ese mismo día, en la cena, lo comenta con su
esposa.
-¿Alguna vez te conté que escribí una novela
mientras estudiaba?
-¿Tú? ¿Una novela…?
-Sí, hace como veinte años… tengo ganas de ir a ver
si todavía están los manuscritos…
-¿En la casa de tu mamá?
-Sí… creo que hay un baúl con cosas viejas… Tal vez
esté ahí.
-¿Y te acuerdas de qué trataba?
-No… La verdad es que no recuerdo nada salvo el título:
¿qué hacer con un ladrillo?
-¿Qué hacer con un ladrillo?
-Sí… pero realmente no recuerdo siquiera un
personaje…
-…
-…
-¿Me sirves bebida?
-¿Qué?
-Si me sirves bebida.
-Ya…
Luego terminan de cenar y se van a acostar.
Con el tiempo, él se olvida del asunto y nunca
busca el manuscrito.
Tal vez su destino, simplemente, era ser olvidado.
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