No sé si se han fijado, pero al menos yo, tras ocho
meses de retraso, he llegado a la conclusión que la gente se disfraza más en
navidad que en Halloween. Son disfraces distintos, en todo caso. Disfraces que
no se arriendan, digamos. Si es por catalogar, señalemos que hay disfraces
variados: de buenas personas, amigos entrañables, hijo pródigo… ese tipo de
cosas, me refiero. Por lo mismo -aunque no sea solo para navidad, por supuesto-,
he pensado seriamente en ayudar a cubrir estas demandas. Es decir: he considerado
abrir una tienda de disfraces que no se arriendan.
Cuando planteo esta idea, sin embargo, algunos
discuten conmigo argumentando que si se trata de una tienda de disfraces que no
se arriendan, mi proyecto no podría ser llamado precisamente una tienda. Esto
ya que, si no se arriendan, los disfraces permanecerían colgados en una especie
de almacén o amontonados en un simple lugar de guardado. Por lo mismo, me han
sugerido –quizá con cierta ironía, lo admito-, en que considere cambiar el
nombre de mi proyecto por Bodega de disfraces que no se arriendan.
Con todo debo reconocer que no encuentro tan
absurda la idea de la bodega. Y es que dejando de lado el asunto ese del lucro,
el problema central no es necesariamente arrendar o no esos disfraces, sino más
bien, arrendar algo real que poner dentro de esos disfraces. Y no estoy
hablando de cuerpos, por supuesto.
Lamentablemente –y aquí me quito en parte el
disfraz en el día de hoy-, creo que el poder instalar una tienda que cubra esas
necesidades, es finalmente una tarea que excede, por lo general, nuestra
voluntad más profunda. No sé si se han fijado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario