Esa mañana los vi.
Hasta entonces, me habían hablado sobre ellos, pero no lo creía.
Por lo mismo, ni siquiera había intentado verlos.
Vuelan temprano, me dijeron, casi de madrugada.
Una bandada de pájaros cansados.
Veinte pájaros al menos.
Vuelan siempre desde el mismo sitio al otro.
La misma trayectoria, me dijeron.
Y claro, yo dudé y pregunté que cómo sabían que estaban cansados.
Ellos, entonces, se miraron entre sí y luego me dijeron que yo sabría.
Que era algo que se sabía al verlos.
No les creí, por cierto, cuando lo dijeron.
Pensé que bromeaban.
Por eso pasó el tiempo y solo meses después –y de casualidad-, descubrí que era cierto.
Vi los pájaros cansados, quiero decir.
No los busqué, pero los vi.
Ocurrió así:
Salí de casa para ir al trabajo y me desvié un poco.
No sé bien por qué, pero lo hice.
Tal vez fue porque salí unos minutos antes y eso me confundió.
No pensaba en los pájaros, estoy seguro, pero los vi de igual forma.
No los buscaba, quiero decir.
Pero fue entonces que los observé volar, cansados, de un lugar a otro.
Y claro, recordé entonces que me lo habían anunciado.
Pájaros cansados.
Casi de madrugada.
Justo en ese sitio.
Yo los observé entonces y hasta me acerqué unos pasos.
Ellos también me observaron.
A mí y a otros que comenzaban a pasar por ahí.
Cansados.
Pájaros cansados, me dije.
Y esperé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario