jueves, 15 de mayo de 2025

La corteza y el árbol, en su sitio.


No sé si hablaban entre sí, pero yo los escuchaba como si así fuese.

No ves sangrar al árbol si le quitas la corteza, dijo uno.

A veces, dijo otro, arrancas la corteza y ya no hay árbol.

Tras esto quise hablar, entre ellos, pero no se me ocurría qué decir.

La idea, ante todo, era parecer interesante.

Ese no es el problema, logré decirles, luego de un rato.

Entonces me observaron.

Ambos me miraron, quiero decir, y exactamente al mismo tiempo.

Pasó un minuto.

Luego otro.

No agregaron nada más.

Afuera del lugar, tras una ventana, se veía un árbol.

Parcialmente, digamos, pero los tres, al menos, hubiésemos podido verlo.

Se los indiqué.

El árbol, les dije, apuntándolo.

Ellos desviaron la vista, y observaron la ventana.

Apenas giraron la cabeza, al hacerlo.

Sus expresiones no reflejaban emoción alguna.

Tras la ventana, el árbol, especifiqué.

La situación era extraña.

Incómoda, incluso.

Para buscar alguna referencia, imaginé que los estaba presentando.

Nada resultaba, en realidad.

Con la corteza no basta, pensé entonces, en voz alta.

Tras decirlo, como era difícil mirar a los dos, al mismo tiempo, escogí observar el árbol.

Ellos entonces murmuraron algo, que no entendí.

Luego se voltearon, aparentemente indignados.

No se preocupe, dijo entonces un tercero, todos hablan, pero nadie sabe de qué hablan.

Yo asentí.

Poco después, los que hablaron primero, se fueron del lugar.

Afuera, el árbol, parecía seguir en su sitio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales