martes, 6 de mayo de 2025

Doce silencios.


Silencios.

Doce silencios.

Todos en fila, unos tras otros.

Tan seguidos que no se distingue, entre ellos, ninguna transición.

Todos por el mismo eje.

Todos indistintos y en la misma dirección.


Silencios.

Doce silencios.

Afuera hay ruido, pero aquí hay silencios.

Siempre en plural pues no sobreviven solos.

Lo intentan, a veces, pero terminan cediendo.

Dejan de ser, quiero decir.

Y es que solos, de pronto, salen a flote.

Desesperados.

Como niños que han aguantado la respiración, bajo el agua.

Y ya no son.


Silencios.

Doce silencios.

Como velas consumiéndose iluminan los silencios.

Arrojan sombras.

Tiemblan ante aquellos que se acercan.

Parecen débiles, incluso, pero no lo son.

Ese es el truco, a veces.

Aguardar tranquilos como una trampa.

Como cazadores ante la presa.

Como un espejo escondido.

De esa forma actúan.

Doce silencios que ahogaron a un grito.

Doce silencios ocultaron a dios.


Silencios.

Doce silencios.

Ahora no, pero podrás verlos.

Doce silencios como doce vidas.

Como doce vidas blancas.

Vidas pequeñas, me refiero.

De esas que nada dejan.

De esas vidas que no supieron qué decir.

Vidas que flotan como trozos de madera en un estanque.

Indistintas.

Y que un día pasan frente a ti.


Silencios.

Inclina tu cabeza ante ellos.

Doce reyes mudos.

Ellos sabrán, qué es lo mejor.

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