sábado, 17 de mayo de 2025

La construcción de la rueda.


I.

Pusieron su esperanza en la rueda.

Todo esto mientras la construían, quiero decir.

Y es que vieron en ella una posibilidad.

Algo más práctico, incluso, que el fuego.

Así, atentos, observaron su construcción.

Como si fuesen testigos del nacimiento del ídolo que debía habitar el templo.

Hablaron sobre ello.

Todos se mostraban orgullosos de su ingenio.

Trabajaron más.

Corrigieron, incluso, sus errores.

Solo entonces, la rueda estuvo terminada.

O eso fue lo que dijeron, al menos.


II.

Debía funcionar.

Llegó el tiempo en que la rueda debía funcionar.

Sin embargo, por desgracia, el terreno era inestable.

O así les pareció, al menos.

Trabajaron todos entonces, emparejando el suelo.

Unos sacaban piedras y guijarros.

Otros, hacían estudios sobre pendientes e inclinaciones.

Todo el trabajo parecía importante.

Necesario, incluso.

Todo, ahora, estaba listo para funcionar.


III.

Nunca giró, la rueda.

Todo era propicio, es cierto, pero nunca rodó.

Es más: ella fue, finalmente, lo único fijo.

Todo el universo, quiero decir, giró ante ella.

A su voluntad, es cierto, pero ella no logró moverse nunca.

Algo había, en su centro, que resultaba inamovible.

Todo giró, repito, menos la rueda.

Los hombres, ahora, se sentían derrotados.

Eso ocurre cuando inventamos la necesidad, dijo alguien.

Y todos lo miraron extrañados, como si hablase en otra lengua.

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