Hubo dos asesinatos en mi barrio.
En ellos, dos veces ocurrió que mataron al mismo tipo.
Lo identificaron cada vez, me refiero, tras hacer las pesquisas pertinentes.
Sé que suena extraño, pero así ocurrió.
No es que lo haya visto, pero de igual forma lo acepto sin dudar.
Y es que, si soy sincero, prefiero no darle vueltas al asunto.
En cambio, agradezco a la suerte por las consecuencias de esos hechos.
O por una de ellas, más bien:
Dos veces no fui yo.
Dos veces no fui el muerto, me refiero.
II.
Llegaron periodistas luego del segundo asesinato.
Llegaron antes, incluso, que la policía del lugar.
Yo los observé hacer preguntas, aunque no vi a nadie respondiéndoles.
Para no ser menos, cuando me preguntaron a mí, también guardé silencio.
Solo me inventé una teoría en la cual los mismos periodistas
pidieron prestado al muerto,
e hicieron algo así como una reconstitución de escena.
De más está decir que nadie, al parecer, me tomó en cuenta.
De hecho, no me volvieron a preguntar.
III.
Todo crimen es soñado, escuché decir a alguien, una vez.
De todas formas, no le escuché decir nada de dos crímenes.
Al parecer, la mayor dificultad se asocia con guardar aquello en la memoria.
Memorizar la muerte quiero decir.
No sé si has oído sobre aquello, pero a mí me parece bastante interesante.
Y cierto, por añadidura.
Respecto a mi barrio, por ejemplo, todo siguió igual luego de los dos asesinatos.
Eso observo yo.
No tiene el pájaro memoria del aire, dirá alguien, buscando concluir.
Pero errará el camino.
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