Ocurrió ayer, pero lo cierto es que el cuándo da lo mismo.
Lo importante es el hecho.
Y el hecho, en concreto, es que bomberos y policías tuvieron que echar la puerta abajo.
Lo hicieron golpeando con uno de esos tubos de metal grandes y pesados que usan en los allanamientos.
Esta vez, sin embargo, la razón que motivó que rompiesen la puerta fue otra.
¿Cuál fue esa razón?
La respuesta es sencilla: se debió al hedor que salía del lugar.
Un olor ácido, describieron algunos.
Un olor que no se va, intentaron explicar otros.
Así, tras hacer varias preguntas, los bomberos y policías procedieron a actuar.
Dichas preguntas, por cierto, apuntaban a saber quién vivía (o había vivido) en aquel lugar.
Ningún vecino, sin embargo, supo responder a esto.
De todas formas, todos parecían concordar en que tras esa puerta encontrarían a un muerto.
Y cuando vieran el cadáver, señalaron, seguramente recordarían.
¿Ocurrió así, finalmente?
Pues no. Lo cierto es que no ocurrió así.
Y no debido a la mala memoria de los vecinos, sino porque en el lugar no encontraron finalmente ningún cadáver.
El hedor estaba, por supuesto, pero en el lugar solo había cosas.
Cosas viejas, pero no muertas.
O no del todo muertas, al menos.
Es decir, muertas porque no vivieron nunca, pero no porque se estuviesen pudriendo o algo así.
No en descomposición, digamos.
Sillas muertas, un sofá muerto, una mesa muerta… el aire muerto, incluso.
Todo muerto, en resumen, pero eso no explicaba el olor en lo absoluto.
¿Qué ocurrió luego?
Nada especial, realmente.
Policías y bomberos llenaron informes, hicieron firmar como testigos a un par de vecinos y luego sacaron los muebles del lugar y los subieron a un camión.
Y claro, como la puerta había sido arrancada, dejaron puesto un listón plástico, como en las escenas de crímenes.
¿De dónde venía el hedor, finalmente?
Nadie lo supo, a fin de cuentas.
Simplemente bajó su intensidad y terminó desapareciendo en un par de días.
Y entonces, ¿cómo termina la historia?
Pues termina como empezó, más o menos.
Tal como pasa con cualquier historia, o con la vida de todos.
Terminó como empezó, decía, más o menos.
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