jueves, 27 de febrero de 2025

Manchas sobre el agua.


Visito una exposición.

Es de manchas de petróleo, sobre el agua.

Fotografías, videos y una gran cantidad de material visual.

No se explica el contexto, sin embargo.

Tampoco hay sonidos.

Solo manchas de petróleo sobre el agua.

Grandes manchas, en ocasiones.

Nada más.

Me refiero a que no hay imágenes de animales dañados ni se muestran detalles sobre la destrucción del ecosistema.

No es ese el propósito, al parecer.

De hecho, hasta se ven “limpias” esas manchas.

Es cierto, probablemente no haya escogido la mejor palabra, pero apunto a que podemos apreciar limpiamente la forma de las manchas.

Sus contornos.

Su movimiento, incluso.

Y es que, tras ver unos videos, hasta dan la impresión de vida aquellas manchas.

De estar vivas, quiero decir.

Extendiéndose.

Negándose a diluirse en el agua, que extrañamente pareciera que la ataca.

O que lucha con ellas, al menos, tratando de impedir que las manchas de petróleo existan ahí.

Y revelen lo que son.

Entonces, mientras recorro la exposición, me fijo en los otros visitantes para evaluar si comparten mi impresión.

La gente pasea tranquila, observo.

Se distraen con sus celulares y no muestran, ciertamente, mayor interés.

No ven lo que ocurre, me digo, tras mirarlos.

Son como el mar, probablemente.

Poco antes de irme del lugar, sin embargo, me alegro al ver que un niño dio vuelta un liquido marrón, sobre el piso.

Probablemente alguien vendrá a limpiarlo, es cierto.

Pero nunca se sabe.

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