martes, 25 de febrero de 2025

Cuántico.


Le dicen Cuántico.

O sea, lo llaman así.

No para que venga o vaya hacia algún lado, sino que lo nombran de esa forma:

Cuántico.

Él no se molesta, por cierto.

O si se molesta no lo demuestra, al menos.

O lo oculta (que no es lo mismo).

De cualquier modo, él mismo no sabe por qué lo llaman de esa forma.

Tampoco sabe -y esto es todavía más extraño-, quiénes son los que lo nombran así.

Me cuenta esto hace unos días, cuando coincidimos en un funeral.

Ninguno de los dos era el muerto, por cierto.

Yo ya sabía que había alguien a quien llamaban así (Cuántico), pero no sabía que se trataba de él.

De hecho, debo reconocer que hasta me decepcioné un poco.

Digo esto porque Cuántico me pareció un tipo anodino.

Insustancial casi.

Tan poco informado de aquello que lo rodeaba como de sí mismo.

A modo de ejemplo, les comento que ni siquiera estaba seguro de quien era el muerto.

El muerto del funeral, me refiero.

En este sentido, se limitó a decir que lo había llevado alguien que estaba muy triste.

Y que, ante la tristeza, él no se podía negar.

Esa fue su explicación, me refiero.

Tras esto, lo perdí de vista, pues una mujer comenzó a gritar que abrieran el cajón porque el muerto estaba vivo.

Y eso, claramente, causó un gran alboroto.

Yo, por mi parte, pensé en corregirla, tanto por la contradicción del muerto/vivo como por la idea esa del cajón.

Un cajón es otra cosa, pensaba decirle. No se trata de un cajón.

Finalmente no le hablé, en todo caso.

Y es que, tras pensarlo, consideré que no era necesario.

Ni necesario ni oportuno, me dije.

Por último, avergonzado, comencé a retirarme del lugar.

A lo lejos observé una mano que se levantaba y se agitaba en mi dirección.

Probablemente sea Cuántico, pensé, despidiéndose.

Así que apresuré el paso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales